Con la que está cayendo

Una de vampiros

Una vez satisfecha su sed, me miró casi con vergüenza:
- Lo siento, ya sabes, es mi condición...
- Y ahora la mía-dije- ¿Era eso lo que querías para mí?
- No. O sí. No. Pero tú ya sabías que era yo cuando viniste a mí. Realmente ¿qué esperabas? ¿Redimirme?
- Quizás -tuve que admitir- Pero mi estupidez no te hace a ti inocente.
- Pues yo creo que sí, o al menos tan culpable como tú. Te creías superior a mí, y por eso pretendías cambiarme, moldearme a tu antojo. Pero resulta que fui yo quien te cambió a ti.
Me eché a llorar
- Me has matado.
- ¡No!- gritó con rabia- En realidad te he dado la vida. Ahora eres eterna. Y tú llevabas una vida sin sentido, y ahora ya tienes un objetivo.
- ¿Crees que pasar la eternidad matando personas para chuparles la sangre es un objetivo?
- No se trata de chupar sangre. No lo entiendes. Se trata de adentrarte en el fondo de alguien para quedarte con lo mejor, con su esencia.
- Se trata de robarle el alma a otra persona- dije con desprecio- Además de asesinos, somos vulgares ladrones.
- Y, después de todo, ¿no es eso el amor?
Me miré en el espejo. Mi imagen se iba disolviendo como si se adentrase en una espesa niebla. Quise llorar, pero ya no tenía lágrimas. Así que me dispuse a vivir una eternidad sin mi alma. Tal vez no hubiera tanta diferencia.