Con la que está cayendo

Una de vampiros

Una vez satisfecha su sed, me miró casi con vergüenza:
- Lo siento, ya sabes, es mi condición...
- Y ahora la mía-dije- ¿Era eso lo que querías para mí?
- No. O sí. No. Pero tú ya sabías que era yo cuando viniste a mí. Realmente ¿qué esperabas? ¿Redimirme?
- Quizás -tuve que admitir- Pero mi estupidez no te hace a ti inocente.
- Pues yo creo que sí, o al menos tan culpable como tú. Te creías superior a mí, y por eso pretendías cambiarme, moldearme a tu antojo. Pero resulta que fui yo quien te cambió a ti.
Me eché a llorar
- Me has matado.
- ¡No!- gritó con rabia- En realidad te he dado la vida. Ahora eres eterna. Y tú llevabas una vida sin sentido, y ahora ya tienes un objetivo.
- ¿Crees que pasar la eternidad matando personas para chuparles la sangre es un objetivo?
- No se trata de chupar sangre. No lo entiendes. Se trata de adentrarte en el fondo de alguien para quedarte con lo mejor, con su esencia.
- Se trata de robarle el alma a otra persona- dije con desprecio- Además de asesinos, somos vulgares ladrones.
- Y, después de todo, ¿no es eso el amor?
Me miré en el espejo. Mi imagen se iba disolviendo como si se adentrase en una espesa niebla. Quise llorar, pero ya no tenía lágrimas. Así que me dispuse a vivir una eternidad sin mi alma. Tal vez no hubiera tanta diferencia.

Otro dibujito

Momentitos culturales: una vez más...

...ópera, que ya tocaba. Así, además, honro la figura de Joan Sutherland, que nos ha dejado hace unos días. Aunque confieso que esta versión del Dueto de las Flores de Lakmé no es la que mejor me suena (ya conocen ustedes mi ignorancia en este -y en otros- temas), creo que es una forma muy hermosa de terminar el día de hoy. Espero que les guste.

Las dos muertes de Lazarus White

Lazarus White murió a las doce menos cinco en la mesa de operaciones cuando acababan de implantarle un marcapasos. El brillante, tozudo y muy pagado de sí mismo doctor Godhead logró devolverlo a la vida tras 40 minutos de maniobras de resucitación, que le dieron una contractura de la que tardó 2 semanas en recuperarse y un prestigio del que nunca se desprendió. Lazarus estuvo 2 semanas en la UCI y 1 semana más en planta y volvió a su casa sin ningún tipo aparente de secuelas.
Pero no estaba bien. Se quejaba constantemente de frío y de rigidez en los músculos. Se pasaba las horas dormitando en una silla, completamente inmóvil, la mirada fija en un punto lejano. Su familia, asustada, lo sacudía para comprobar que seguía vivo: él se movía apenas lo mínimo, murmuraba alguna palabra y volvía a su estado de semi catatonia. Pasaba el día del sillón a la cama, comía cuando le obligaban a hacerlo, no hacía ningún tipo de actividad, no hablaba con nadie y nunca sonreía. Cuando se acercaban a él los demás sentían una extaña desazón, un escalofrío como el que dicen se sienten ante los fantasmas, por lo que todos trataban de evitarle.
Después de una peregrinación por todos los médicos de la región, cuatro años después su desesperada familia localizó al Doctor Godhead, que se había trasladado a una ciudad más importante y ocupaba un puesto acorde a su valía y ambición. Se estaba covirtiendo en uno de los más reputados especialistas del corazón, y entre sus compañeros y pacientes era tan admirado por su competencia como odiado por su arrogancia. Y aunque Lazarus formaba parte de un pasado que tenía superado por completo, aceptó consultarle: al fin y al cabo, era su obra. Era su resucitado.
Lazarus entró en la consulta acompañado de su esposa e hijo. El doctor Godhead levantó la vista de la maraña de papeles y sonrió satisfecho al ver el buen aspecto externo que tenía. Parecía que iba a incorporarse y decir algo pero Lazarus salió de su letargo y en una fracción de segundo se puso detrás del doctor y, cogiendo un abrecartas, lo degolló con un corte certero y limpio. Sin apenas dar tiempo a pestañar a sus asombrados familiares, y sonriendo satisfecho dijo, al tiempo que se clavaba el abrecartas en el corazón:
- No debiste hacerme volver.

Tarea de verano

La música de las fieras

Todo comenzó cuando la estrella del orfeón, el tenor Augusto, se quedó afónico. Esta era una contrariedad, sobre todo en aquella semana en la que tenían que dar nada menos que cuatro conciertos en distintos lugares. Pero claro, tampoco era ninguna tragedia, así que con gran confianza en el poder del conjunto se echaron a la carretera. Iban cantando alegremente Asunción, Asunción, echa un vaso de vino al porrón cuando el autobús dio un bandazo y se salió de la carretera. Un poco pálidos pero ilesos salieron a la cuneta y comprobaron que se habían pinchado tres ruedas. A las 7 de la mañana, y muertos de frío, esperaron y esperaron por el autobús de repuesto que les viniera a rescatar. Tres horas después, con el ánimo ya no tan exultante, reemprendían el camino , y esta vez no hubo canciones, a pesar de los intentos del incombustible Urrutia que empezó todas las canciones de carretera que en el mundo son.
Llegaron sin más incidencias al hotel, a las cinco de la tarde. El restaurante ya estaba cerrado, y unos hambrientos y malhumurados cantantes se dedicaron a instalarse en las habitaciones, comer chocolatines y chucherías y a esperar pacientemente la hora de la actuación. A las ocho, vestidos con sus túnicas azul turquesa, salieron en comitiva hacia el autobús. El autobús no estaba, naturalmente, porque tenía que cubrir otros servicios. Y ahí se fueron andando por la ciudad un ejambre de coristas, bastante cabreados y con poco sentido de la orientación. El director decía que por la derecha. Manolo, uno de los bajos, insistía que por la izquierda, que él ya había estado dos veces y conocía el lugar como la palma de su mano. El resto esperaba el desenlace de la batalla, algunos agitando sus vestidos, y otros saqueando una pastelería que se vio invadida por los más famélicos. Al cabo de unos momentos de tensión, se decidió seguir al director, que para algo era el director. A la media hora, este reconoció a regañadientes que era imposible que en aquella ciudad hubiera tres estatuas iguales, y que habían estado dando vueltas a la manzana. El bajo Manolo disfrutó su momento de triunfo, y con un gesto arrastró a sus compañeros a la izquierda. El trayecto acabó en la bodega Los Toneles, que era donde terminaba la calle.
La soprano Ermitas sugirió tímidamente preguntar a algún viandante la dirección, y al barítono Pepe fue encargada tan desagradable labor. Ofuscado tal vez por el acento local, o por los tres vinos que se había tomado de un tirón en la bodega, el hombre retransmitió las instrucciones de tal manera que se volvió a formar una mini guerra civil entre los partidarios de subir por la avenida y los adeptos a bajar hacia el río. Como el ambiente ya era francamente hostil, los escasos caminantes en aquel gélido día tuvieron la oportunidad de ver a un grupo de brillantes túnicas alzando la voz y no para cantar bonitas melodías, precisamente. Ante el alboroto se presentó un municipal, que condujo el rebaño al teatro, que estaba a unos escasos cincuenta metros. El espíritu de grupo estaba completamente muerto: las contralto Luisa y Fernanda no se hablaban, porque Luisa había insinuado que Fernanda tenía una voz muy desagradable; los bajos habían hecho piña contra los barítonos, a los que acusaban de boicotearles constantemente en las escasas ocasiones que podían lucirse. Y el director gesticulaba y gritaba con su desagradable voz, que por algo era director y no el cantante principal, que era lo que siempre deseó ser.
La actuación fue, sin embargo, memorable, aunque no por su brillantez, sino porque en mitad de La Paloma, cuando cantaban trátala con cariño que es mi persona, Fernanda le estampó la partitura en la cara de Luisa. Tratando de interponerse entre Luisa y Fernanda, la soprano Ermitas recibió una bofetada en cada carrillo; Urrutia, agarró por los cuellos de las túnicas a las luchadoras para separlas, y lo único que logró fue rasgar su ropa y dejarlas en ropa interior. Los horrorizados miembros del coro, que en ningún momento de la trifulca dejaron de cantar, formaron una especie de melée para ocultar a las avergonzadas contraltos, que habían recuperado su profunda amistad y se abrazaban estrechamente, tal vez para darse calor. Pero este espíritu de equipo no impidió que los bajos y los barítonos siguieran con una soterrada guerra, dándose codazos y pataditas en las espinillas. Y así, cantando lo de ay chinita que sí, ay que dame tu amor mientras avanzaban con pasos laterales, salió el conjunto del escenario, entre los aplausos (y las carcajadas, todo hay que decirlo) de un público entregado por completo.
Regresaron al pueblo inmediatamente, sin decir ni palabra durante el viaje. Al día siguiente, a la hora del ensayo, todos iban decididos a dejar el coro, excepto el tenor Augusto, quien creyó que la razón del desánimo general fue que su ausencia se había notado en demasía. Pero se encontraron a la secretaria Amanda desbordada, con una mesa llena de post it con propuestas de contratos, incluso de una discográfica. El director, que además de un experto músico era un hombre práctico, comprendió que habían encontrado un filón.
Y fue así como el orfeón Harmonia pasó a incluir en sus actuaciones las coreografías de pelea con semidesnudos incluidos, que le han hecho tan famoso.

El final de la temporada

- Cariño, ya te he dicho que no podemos quedarnos. Es la última fiesta de la temporada, no podemos perdérnosla.
Mientras me decía eso, se miraba al espejo y se dirigía una sonrisa de plena aprobación.
Yo no quéría quedarme con la nanny: era seca y aburrida, nunca quería jugar conmigo. En cambio mamá era genial, jugaba al fútbol, a las canicas, al escondite, a cazar ranas para poner en los zapatos de las criadas... Además, jugaba siempre en serio, no me dejaba ganar como papá cuando jugábamos a las damas. Pero nunca estaba en casa, siempre tenía que ir a una comida, a una cena, a una fiesta, a una tómbola de beneficencia o cosas así. Y yo me aburría soberanamente. Alguna vez le dije que quería tener un hermano, y entonces ella abría mucho los ojos y miraba a mi padre,como asustada. Mi padre intentaba bromear, diciendo que mejor contataban a un payaso para animarme o que me mandaría a un internado militar, donde tendría miles de hermanitos para jugar. Las bromas de mi padre nunca me hacían gracia.
Yo me estaba poniendo un poco pesado para que se quedaran, lo reconozco, y mis padres se estaban cansando de mí.
- Cariño: vamos a ir a esa fiesta. Sabes que papá se pasa el día trabajando, y yo estoy agotada ocupándome de esta casa tan grande, así que nos merecemos un poco de diversión.
Quise decirle que teníamos 4 criadas, un chofer, un jardinero y la nanny, que no podía estar tan agotada así, pero me mordí la lengua, porque sabía que eso no le iba a gustar.
- Además, necesitamos un poco de alegría en nuestras vidas. La guerra trajo tantas tristezas...
- La guerra hace años que se acabó, mami. Yo no había nacido todavía cuando se acabó.
- Hijo mío- dijo mi padre, poniendo su voz profunda- las guerras nunca se terminan. Sólo se toman un descanso hasta el próximo combate.
Como esto lo dijo mientras se ponía brillantina en el pelo y hacía mohines en el espejo, sonó tan falso como la moneda que usaba en sus tontos trucos de magia.La verdad es que tampoco le salía muy bien lo de ser profundo.
Me esperaba una larga tarde con la pelma de la nanny, que se empeñaba en que pasara el tiempo leyendo o pintando, cualquier cosa que no implicara moverme y molestarla. Y de pronto se me ocurrió quien me podía salvar:
- ¿Y por qué no llamamos al tío Enrique para que venga y hacemos una fiesta aquí? El tío Enrique es muy divertido. A ti te gusta mucho, mami. Siempre lo dices.
En ese momento se debió de clavar el broche que se estaba poniendo, porque se estremeció, y yo me quedé esperando que saliera sangre por el lugar donde se había pinchado, pero no. Papé la miró con la misma cara que ponía cuando el mozo de la cuadra donde iba a montar le saludaba con un apretón de manos. Ý a mí me dijo, con la voz de un hombre de hielo (si los hombres de hielo hablaran):
- Vete de una buena vez a tu cuarto. Estoy harto de ti y de tus lloriqueos. No quiero volverte a oír en un buen rato.
Y yo me fui a mi cuarto, porque eso sí le salía bien a mi padre, dar órdenes.
Desde mi cuarto les oí hablar, al principio muy bajo, poco a poco casi llegando a los gritos. Me puse a leer El guerrero del antifaz, al principio sin hacerle demasiado caso, pero poco a poco me fui enfrascando de tal manera en la historia que no oí cerrarse la puerta, ni arrancar el coche. Poco después entró la nanny. Se paró frente a mí, y yo ya me preguntaba qué habría hecho mal, cuando hizo algo que me sorprendió, se agachó a mi lado y me cogió la mano.
- Tu padre acaba de marcharse.
- ¿ Y mamá?
- No, tu madre se quedó.
No lo podía creer: ¡al final mamá se quedaba! Me levanté para ir corriendo a su cuarto. Podríamos jugar a las canicas, porque para el fútbol ya era tarde.
Pero la nanny me detuvo.
- No, no vayas. Tu madre se encuentra mal.
- ¿Qué le pasa?
- Le duele un poco la cabeza. - Como la mujer todavía tenía su mano sobre la mía, pensé que a lo mejor me estaba mintiendo. Tal vez el pinchazo del broche había sido grave. A lo mejor se lo había clavado en el corazón y...
- ¿Se va a morir?
- ¿Qué? No, claro que no, cómo se te ocurre. Se pondrá bien. Pero, verás, me pidió que te dijera que a lo mejor tu padre tardaba en volver.
- ¿Por qué? -eso era muy extraño, si sólo se iba a una fiesta...
- Tiene mucho trabajo, cariño- eso era más extraño todavía, ella nunca me llamaba así, es más, era la única que me llamaba Juan Manuel y no Juanito, como todos.-Y tiene que hacer muchos viajes. A lo mejor hasta tiene que irse al extanjero.
Me preguntaba qué iba a hacer papá fuera de España, cuando siempre decía que los extranjeros era unos cerdos, porque no nos querían.
- ¿Pero cuándo se va? ¿Ya hizo la maleta?
- No lo sé, Juanito. Me parece que no...
- Entonces todavía tiene que venir a recogerla. Cuando venga quiero decirle que me traiga un coche como el que le regalaron a Luis.
- Bueno, si viene él se lo dirás. Pero a lo mejor ya le lleva la maleta Pedro- Pedro era nuestro chófer. Me lo imaginé haciéndole el la maleta a papá, eligiéndole los trajes y las corbatas. Pero pensé que seguramente mamá, cuando se pusiera mejor, se lo haría. Al fin y al cabo, ella sabía donde guardaba papá sus cosas.
- Vale, entonces lo que hay que hacer es darle una nota a Pedro, para que se la dé a papá cuando le lleve la maleta- retiré mi mano de la suya para pasar la hoja de la revista. El guerrero estaba a punto de matar a unos cuantos moros. Esto se estaba poniendo interesante.
La nanny se quedó un ratito mirándome, y me parece que suspiró cuando salía. Yo acabé la historieta, y me puse a dar vueltas por la habitación. Todo era un poco raro, porque hacía unas horas mis padres estaban a punto de ir a una fiesta a la que mi madre estaba loca por ír, y ahora resultaba que ella se quedaba en casa y mi padre se iba de viaje. No tenía sentido.
Me acerqué a su cuarto y ya iba a entrar para que ella me explicase, cuando oí que lloraba histéricamente. También oí la voz de la nanny que trataba de consolarla. Me pareció que si entraba a lo mejor me iba a echar la culpa a mí, por haberme puesto tan pesado y provocarle dolor de cabeza a ella y hacer marchar a mi padre al extranjero, nada menos. Así que me fui para la habitación, me acosté, y aunque no había cenado, me quedé dormido. Soñé que mi padre se subía al coche de juguete de Luis, y decía adiós a mi madre, mientras ella intentaba detenerlo sujetando el espejo retrovisor, que se rompió.
Al día siguiente mi madre desayunó conmigo. Tenía los ojos rojos, pero parecía más tranquila. No habló mucho, pero me dijo que no me preocupara, que Pedro ya le había llevado la nota en la que le pedía el cochecito. Unos meses más tarde, justo el día de mi cumpleaños, llegó un paquete a mi casa para mí. No era igual al de Luis, pero se le movía el volante y las puertas se podían abrir. Mi padre me mandó una carta diciendo que no podía venir, que estaba muy ocupado en Casablanca o algún sitio así.
Lo mejor fue que mi madre me regaló una bicicleta, y el tío Enrique una espada casi igual al la del Guerrero del Antifaz, aunque no cortaba. Vinieron muchos niños y me trajeron un montón de regalos. Fue un cumpleaños fantástico.

El mundo que yo no viva

Hoy he vuelto a oír esta canción, que hace años escuchaba al menos una vez por día. A los que no la conozcan, permítanme el placer de presentarles esta obra de arte con letra de Agustín García Calvo, y en las voces maravillosas de Mª Dolores Pradera y Amancio Prada:

Goteras

Se me han vuelto a abrir los grifos de mis ojos. Y lloro sin sentido ni medida, lloro, para mi desconcierto y vergüenza, en cualquier ocasión. Me seco con rabia las lágrimas, levanto orgullosamente mi mentón, y me pongo en marcha, otra vez. Y otra vez están ahí las malditas, empapando mi cara y mi ánimo. Y vuelta a empezar el proceso de secado-orgullo-marcha: es mi particular día de la marmota.
Definitivamente, tengo que ir al fontanero.

(Pongo las dos versiones porque, aunque la letra de la de Mónica Naranjo le va más al espíritu de lo que pretendo, Mina es Mina)


Milagros, Inc

- Buenos días- La mujer que estaba frente a mí era una mujer de "mediana edad", enérgica, corpulenta, con un aspecto pulcro y profesional- Después de una cuidada selección, se ha decidido que es usted merecedora de nuestros servicios.
-¿Perdón?
- Mi nombre es Gabriela Serafín -me extendió una tarjeta que centelleaba al moverse- Pertenezco a una Empresa de muy alto nivel, el más alto nivel,diría yo, y nos dedicamos a modificar aspectos concretos de la vida de las personas para que puedan reencauzarla y redefinirla. Pero, al contario de otras empresas de la competencia, no nos dedicamos simplemente a dar asesoramiento o pautas de conducta, sino que nos implicamos personalmente en su realización.
- ¿¿Perdón??
La mujer suspiró levemente y me explicó:
- Hago milagros.
- Milagros. Ah, qué bien. Bueno, pero creo que no necesito ninguno, ya hago yo bastantes cada día.
- Pues a mí me parece que necesita alguno. -miraba con ojo crítico mi aspecto descuidado y la ajada entrada de mi casa.
-No. Muchas gracias. Verá, es tarde y tengo muchas cosas que hacer.
- Estoy segura de que usted necesita un milagro.Seguramente más, pero sólo podemos realizar uno por persona. Política de la Empresa . Nuestros técnicos en selección son muy precisos, y la eligieron a usted de entre una lista casi interminable de potenciales receptores de nuestros servicios.
- No quiero nada, ya se lo he dicho.
- Quizás piense que el precio sería prohibitivo, pero no se preocupe por ese aspecto: nuestra Empresa lo único que pide a cambio es que usted le haga un poco de publicidad. O sea, que nos alabe ante sus vecinos y amigos, que cante nuestras virtudes... marketing viral. Por ejemplo ¿no querría perder peso?. Eso siempre es muy llamativo. Yo sí querría- dijo, mientras se miraba con aire triste- Pero no se nos está permitido interactuar con nosotros mismos. Ya sabe, normas de la Empresa.
La miré con ojos asesinos.
- Estoy a punto de dejar a mi esposo. No tengo dinero. No tengo trabajo. Me van a echar de mi casa por no pagar el alquiler. Mi perro se mea en las alfombras. Afortunadamente, no tengo hijos, porque si los tuviera seguramente me maltratarían. ¿Y cree usted que me preocupa estar gorda?
- ¿Lo ve? Usted necesita mis servicios. Piénselo por un momento: si pudiera pedir una sola cosa ¿qué sería?
Cerré los ojos, resignada, y medité por un momento. Bueno ¿por qué no?
- Bailar.
- ¿Cómo?
- Querría bailar. Como en Mira quién baila, pero bien. ´
- ¿Ese sería su deseo? ¿De entre todos los posibles? No creo que vaya a cambiar su vida en nada. En realidad, ni siquiera creo que se le pueda definir como un milagro.
- Usted no me ha visto bailar ¿verdad?
Le hice una demostración. La mujer me miró y asintió.
- Bueno, si ese es su deseo, así sea. Si es tan amable de firmarme la aceptación de contrato y la hoja de servicio, daríamos por finalizada nuestra intervención.
- Pero ¿ya está?
- Sí, claro.
- ¿Y cómo sé que está hecho? Porque no veo nada milagroso en mí.
- Ya le adevertí que no iba a cambiar nada. El traje de lentejuelas no va incluído. Recuerde, un solo milagro, la po...
- Política de le Empresa, lo recuerdo. Pero ¿cómo sé que no me ha estafado?
- Simplemente, baile- Dijo, encogiéndose de hombros mientras ordenaba sus papeles.
Y empecé a bailar. Al principio tímidamente, pero después de los primeros pasos mis pies tomaron vida propia. Hice piruetas de danza clásica. Bailé rock, break dancing, tango, minueto. Bailé el kasachock y los pajaritos. Bailando le firmé los papeles, bailando entré en casa. Bailando dejé a mi marido y me dediqué a ir a los clubs de jubilados y a bodas y banquetes, y conseguí ganarme la vida. Encontré un nuevo marido (en paz descanse), un bailarín compulsivo como yo, con el que recorrí el mundo ganando concursos de baile de salón. Mi vida a partir de entonces fue muy divertida, aunque debo reconocer que ahora, tras veinte años bailando sin parar, estoy un poco cansada, pero no lo puedo evitar: oigo un poco de música y se me van los pies. Alabada sea la Empresa.

Historias particulares, IV

"El hijo de mi prima enfermó de leucemia. Tenía apenas 9 años. Sus padres, su familia y amigos e incluso los médicos se conjuraron para evitar que se enterara de nada de lo que le pasaba. Porque era incurable. Nadie mencíonó nunca la enfermedad en su presencia, y trataron de que su vida fuese lo más normal posible, se mostraban alegres y vitales para que fuese feliz. Hacían excursiones, jugaban muchísimo e incluso fueron a Disneyland. Y al cabo de unos meses todo se acabó. Todo. Les quedó el pequeño consuelo de recordar su cara de la alegría durante ese proceso. Siempre estaba sonriendo.
Un tiempo después, cuando consiguieron armarse de valor, decidieron ordenar su habitación, guardar su ropa y demás. Y en el fondo del armario, escondida, encontraron un caja llena de artículos de periódicos y revistas referentes a la leucemia y a otras enfermedades infantiles. Nadie supo nunca de donde había sacado todo aquello."

Si yo tuviera el corazón...



...sería más o menos como este. Fisiólogos, patólogos, médicos, biólogos y demás expertos, por favor, absténganse de hacer comentarios y disecciones. Teniendo en cuenta que esas cosas me marean, he hecho lo que he podido.

"Soy el amo de mi destino. Soy el capitán de mi alma"

Pues creo que debería tratar de buscar otro capitán que me sustituya porque no parece que sepa pilotar mi barco muy bien, la verdad: ni siquiera sé dónde tengo que ir, mucho menos cómo hacerlo.
Pero por si me puede servir de inspiración, aquí les (me, en realidad) pongo el poema Invictus, de William Ernest Henley, según la traducción encontrada en Esto va de lentejas, donde también pueden encontrar el original el inglés.

Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen,
por mi alma invicta.

Caído en las garras de la circunstancia,
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.

Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años,
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.

La vida, nada más

Una de las cosas que más me intriga de mí misma es ese afán por aferrarme a personas que han sido parte de mi vida y que, de pronto, deciden desaparecer. Y no es que pretenda que las cosas sigan como siempre, porque sé muy bien que todo tiene un final, y que en gran medida he dado pie a que así ocurra. Pero no me resigno a perder totalmente el contacto con quienes han soportado mis quejas y lamentos, me han escuchado con paciencia infinita, me han aconsejado y reñido en ocasiones, han secado mis lágrimas y reído mis risas. Y aunque lo sensato sería simplemente olvidar, me obstino en lo contrario, y de una forma que a veces se podría calificar de humillante sigo buscando asegurarme de que la vida les trata correctamente. Y aunque mi orgullo se resienta cuando intento comunicarme y me ignoran o incluso a veces parezca que me desprecian, encuentro más digno seguir intentando, cada tanto, arañar un minuto de su tiempo. Porque no quiero perderme la oportunidad de volver a ver,por un segundo tan sólo, ese corazón tan extraordinario con cuya visión me honraron una vez.

Detalhes

Historias particulares, III

"Mi madre me llamó, serían las seis y media o siete de la mañana. Me dijo: 'tu tía se está muriendo, ven cuanto antes'. En un momento, nos quedamos solas con mi tía mi madre y yo, pues los demás habían salido a intentar coger fuerzas para soportar su agonía. Mi tía miraba fijamente a mi madre con una expresión que jamás olvidaré, exhausta y asustada. Mi madre le acarició y le dijo: 'te queremos mucho ¿sabes? mucho. Tranquila'. En ese momento volvieron a entrar todos, sin que les hubiésemos llamado. Al ratito, la respiración fatigosa cesó. La besamos todos deshechos en lágrimas, pero sin gritos ni histerias. Entraron una enfermera y una médica, que certificaron la muerte. La doctora se marchó sin dirigirnos una palabra y la enfermera nos dijo, con voz dulce, que iba a necesitar la cartilla y otros datos. Creo por primera vez en esa mañana dije una frase completa, y le pedí que nos dejara un poco más de tiempo. Nos dijo que cuando estuviésemos listos, sin prisas. Estuvimos un rato admirando a esa mujer extraordinaria que nos había dejado, y poco a poco fuimos yéndonos, cada uno aferrado a su movil para avisar al resto de la familia."

Historias particulares, II

"Tenía 17 años cuando me fui a Brasil. Mi padre tuvo que pedir prestado para que yo pagase el billete. Hasta la maleta era prestada. Llegué a Río con la única referencia de un vecino de un pueblo cercano. Conseguí empleo como lavaplatos en un restaurante, pero apenas me llegaba para pagar el alojamiento y el transporte, aunque me daban la comida. Y conseguí otro empleo por las noches, y, en el peor de los casos, tenía resueltas las cenas. Pero había un problema: los restaurantes cerraban el mismo día. Así que conseguí otro trabajo, en el que no me pagaban pero podía comer allí. Mi obsesión era ahorrar dinero para que mi padre pudiese pagar la deuda. Creo que el día que lo conseguí fue el más feliz de mi vida."

Historias particulares, I

"Apenas recuerdo nada de mi niñez: a mi tío llevándo por una corredoira a caballito. Y el día que mi padre me llamó y me dijo: 'Mariquiña, cuando llegue tu madre dile que me fui a Madrid ¿te acordarás?' Le dije que sí, muy seria. Tendría 5 o 6 años. Cuando mi madre llegó, me acordé de decirselo. Mi madre no dijo nada. Nunca más volvía a verle, ni a saber nada de él. A los pocos años se murió mi madre, y me fui a otro lugar a vivir con unas tías. Nunca me contaron nada; había que trabajar, no había tiempo para nada más. En realidad, nunca hice otra cosa en mi vida que trabajar. Me casé, tuve hijos, y prácticamente no salí del pueblo, salvo, creo para ir al hospital y a la boda de alguno de mis hijos. Este año le dije a mi marido que quería ver a mi tía, para que me contase algo de aquello. Mi marido se hizo el remolón, pero conseguí que mi hijo aceptara llevarme. Después mi marido dijo que me llevaría él, pero yo no quise. Fuimos al lugar donde está ahora, pero es mi mayor y se le fue la cabeza, así que no me dijo nada. Después convencí a mi hijo de que me llevase a la aldea donde nací, a la que no había vuelto jamás, a pesar de que está tan cerca que podía verla desde el otro lado del embalse. Al llegar allí, me di cuenta de que no reconocía nada, y la gente que ahora vive en la que fue mi casa no pudieron darme ningún dato. Cuando llegamos a casa, era casi de noche, y me fui a la cuadra a ordeñar vacas."

La noche oscura del alma

Estoy a punto de cumplir 45 años. Tal vez por eso, o tal vez por mis circunstancias actuales, mis fantasmas vuelven a rondarme esta noche. Aunque, por supuesto, a lo largo de mi vida ha habido momentos maravillosos, estos se mezclan entre sí hasta diluirse casi por completo y los que se empeñan en volver hoy,completamente nítidos, son los amargos. Y ha habido tanta muerte a mi alrededor, especialmente durante la época central de esos años, que resulta terrible enumerarlas: a un tío mío lo mataron, dos se suicidaron, un primo, un niño adorable de apenas seis años murió en un estúpido accidente con una ventosa de un juguete,otros se mataron en accidentes de trafico, de trabajo, y otros después de luchar contra enfermedades largas y dolorosísimas, que minan tu resistencia porque no hay nada más frustrante que ver sufrir a alguien sin poder hacer nada... Y, sin consecuencia de muerte, intentos de suicidio que hicieron que perdiera completamente la fe en mí misma por mi ineptitud a la hora de ayudar a esas personas que tanto lo necesitaban. Un ictus que afectó a un tío mío, hombre enérgico donde los hubiera, y que ahora tiene serios problemas para comunicarse. Otra tía lleva muchos años postrada, con un alzeimer que se le desarrolló a los treinta y pocos años. Y amigos, también casi familia, que se fueron cuando todavía tenían toda la vida por delante. Sigue habiendo, además, gente luchando contra enfermedades crueles y constantes. Además he sufrido el dolor de separaciones traumáticas, de peleas familiares, de accidentes con secuelas y sustos, de varios casos de depresiones, de crisis de todo tipo, de la lejanía física de seres queridos, del olvido, traición o desdén de quienes consideraba que siempre estarían a mi lado. He visto apagarse a personas brillantes, que se convirtieron en la sombra de lo que eran. En definitiva, miles de grandes y pequeñas tragedias que se fueron acumulando en mi alma y que se reflejan en el rictus de mi cara y en lo opaco de mis ojos.
Pero sé que amanecerá, y lograré recordar que por cada muerte, cada enfermedad, ha habido un nacimiento y una persona que he visto desarrolarse y convertirse en un ser humano bueno y generoso. He visto nacer ilusiones, matrimonios que perduran y se aman a pesar del tiempo y la rutina. Algunos casi delicuentes terminaron siendo abnegados padres de familia, dedicados por entero a hacer de sus hijos personas de bien que mejoren el mundo que les dejamos. También hay hijos entregados y agradecidos, que se sacrifican para cuidar y acompañar a sus padres en su vejez. He visto reconciliaciones que se creían imposibles, la fidelidad de amigos de toda la vida, y gente alegre, amable y valiente que no se deja vencer por las dificultades. Así que tengo que optar por inclinarme por este lado de la balanza y dejar que la esperanza se instale mí. Porque sé que eso es lo más importante de nuestra vida: la posibilidad de renacer cada día.

La letra A

La maestra paseaba entre los pupitres mientras dictaba: “Ana ama a su mamá. La casa de Ana es grande”. Cuando llegó a mi lado, se paró.
- No, la a no se escribe así. Fíjate en el encerado, tienes que hacerla igual
Yo las veía iguales. La maestra empezó a impacientarse, y me tomó mi mano entre la suya:
- Así ¿ves? aaaa . Ahora hazla tú igual.
Volvía a hacer mis aes, todos exactas a las de la maestra y el encerado. Y la maestra ya estaba francamente irritada.
-¡NO! ¿No ves que así no es? ASÍ es como tienes que hacerlas
Mis compañeros empezaron a acercarse, miraban la libreta y se reían burlones. Después de más broncas y muchas aes, sonó la sirena.
La maestra me acompañó a la salida y llamó a mi madre.
- Su hija no hace bien la a.
Mi madre se sonrojó:
- Bueno, todavía es pequeña, está aprendiendo…
- En realidad- dijo la maestra tajante- creo que no quiere hacerlas bien.
Mi madre se sonrojó todavía más, y me arrastró hacia la acera mientras mascullaba:
- Yo la enseñaré, no se preocupe, mañana verá qué aes tan bonitas hace.
Nos fuimos para casa, y sin darme la merienda mi madre se puso a enseñarme como se hacía una a perfecta. Al principio con cariño, pero a medida que pasaba la tarde, con franca impaciencia. Cuando llegó mi padre, estaba llorando.
- Tu hija no sabe hacer la a.
- ¿Qué?
- Pues eso, que tu hija no sabe hacer la letra a.
- Pero a ver, ¿cómo no va a saber hacer la a? ¿las otras letras las sabe hacer?
- Sí, las otras sí.
- ¿Pues entonces? Creo que eres una exagerada. A ver, cariño –me dijo- hazme una preciosa y enorme a.
Yo, viendo que por primera vez en la tarde alguien me comprendía, le hice la a más bonita del mundo. Mi padre palideció:
- Pero ¿eso qué es? No, eso no es lo que te pedí. Mira, yo te hago una aquí, y tú sólo tienes que copiarla.
Y yo le hice una, diez, doscientas todas perfectas, modélicas, iguales y hermosas. Mi padre estaba fuera de sí.
- Pero ¿qué le pasa a esta niña? ¿Es tonta o nos toma el pelo?
Mi madre sollozaba:
- ¿Qué hemos hecho, qué hemos hecho para merecer tal castigo?
Me llevaron a psicólogos, psiquiatras, médicos de todas las especialidades, los mayores especialistas en enseñanza, brujos, chamanes. Hasta que se rindieron,todos, y se resignaron a soportar mi excentricidad.
Hace muchos años que ante los demás no escribo nada a mano. Mi firma es un trazo ilegible, y si alguna vez intentan hacerme escribir algo pongo alguna excusa, digo que no llevo las gafas o directamente que no sé leer. Solamente en mi casa, a salvo de miradas extrañas, lleno cuadernos de aes perfectas, modélicas, iguales y hermosas, como lo han sido siempre.

P.D.:

No me salió bien. Qué le vamos a hacer.

Yo sí me acuerdo

De todo y de todos.

Alea jacta est

Dentro de una semana se habrá terminado esta etapa. Para bien o para mal. Después de casi nueve meses casi narcotizada por este casi objetivo, tendré que enfrentarme a una nueva vida, una vez más. No sé cuál será el resultado, pero sea el que sea ya no tendré el escudo protector de la posibilidad, ya habré pasado a otro nivel, con sus dificultades y oportunidades nuevas. Ojalá pudiera decir que seré más sabia y mejor, más valiente y decidida, más feliz en definitiva, pero, de momento, lo único que espero es saber orientarme en el nuevo mundo que me toque vivir. Con eso me conformo.