Historias particulares, I

"Apenas recuerdo nada de mi niñez: a mi tío llevándo por una corredoira a caballito. Y el día que mi padre me llamó y me dijo: 'Mariquiña, cuando llegue tu madre dile que me fui a Madrid ¿te acordarás?' Le dije que sí, muy seria. Tendría 5 o 6 años. Cuando mi madre llegó, me acordé de decirselo. Mi madre no dijo nada. Nunca más volvía a verle, ni a saber nada de él. A los pocos años se murió mi madre, y me fui a otro lugar a vivir con unas tías. Nunca me contaron nada; había que trabajar, no había tiempo para nada más. En realidad, nunca hice otra cosa en mi vida que trabajar. Me casé, tuve hijos, y prácticamente no salí del pueblo, salvo, creo para ir al hospital y a la boda de alguno de mis hijos. Este año le dije a mi marido que quería ver a mi tía, para que me contase algo de aquello. Mi marido se hizo el remolón, pero conseguí que mi hijo aceptara llevarme. Después mi marido dijo que me llevaría él, pero yo no quise. Fuimos al lugar donde está ahora, pero es mi mayor y se le fue la cabeza, así que no me dijo nada. Después convencí a mi hijo de que me llevase a la aldea donde nací, a la que no había vuelto jamás, a pesar de que está tan cerca que podía verla desde el otro lado del embalse. Al llegar allí, me di cuenta de que no reconocía nada, y la gente que ahora vive en la que fue mi casa no pudieron darme ningún dato. Cuando llegamos a casa, era casi de noche, y me fui a la cuadra a ordeñar vacas."