El cole




Hoy en la hora de los fósforos de Carlos Herrera hablaban de nuestra vuelta al cole, los olores y sabores que nos venían a la memoria de esos primeros días de clase que teníamos todos los años por estas fechas. Y yo me dejé llevar por la nostalgia. Bueno, los que me conocen saben lo mucho que me gusta recordar las cosas de antaño (como pueden observar en algún post anterior), no porque crea que el pasado fue mejor, sino porque todos los objetos, canciones, vestidos y demás tenian un punto de ingenuidad que me divierte mucho.Y mi nostalgia venía dada por todo el mundo material que rodeaba el retorno al colegio: los lápices Alpino; las gomas Milán (especialmente las de nata, creo que si hicieran un perfume con ese olor tendria mucho éxito), los plumieres; la eterna caligrafía Rubio, cuántas hice y qué poco se me nota; las plantillas con los mapas de España, los afilas, los forros, en fin, esas cosas. Aún hoy me puedo parar horas ante el escaparate de una papelería, y procuro no entrar para no salir con grapadoras con formas de animales, bolígrafos de muchos colores y chorraditas de esas. Pero lo que no echo nada de menos es el colegio en sí: siempre lo odié con todas mis fuerzas, pero era (ya) tan responsable que iba siempre, puntual, aseada y lista para aprender. Para que me entiendan, era, en eso y en otras cosas, igualita a Felipe, el de Mafalda.

Por cierto, y para lo que les interesen estas cosas, en www.teacuerdas.com tienen una fantástica galería de recuerdos. De nada.