Tres segundos

Preocupada por mis cada vez más comunes lapsus, que hacen de una conversación conmigo un apasionante concurso de adivinación, decidí por fin que era hora de ir al médico. Así que por la tarde, a través de la maravilla de internet, marqué una cita. El problema es que hace un ratito me decía: ¿qué demonios hizo que me preocupara tanto como para no poder esperar al lunes? Tardé un cuarto de hora en recordar: ¡mi memoria!