Oda al Lexatín

(Ojo, no al Laxatín, que me desvirtúa el invento. Aunque ahora que me fijo, tampoco le va mal...)

Tú, que en mis horas inciertas,
certificas mi minuto
y que me abres las puertas
de un mundo tan diminuto;
tú, que a eternos segundos
aceleras con destreza
aseando los inmundos
pedazos de mi torpeza.
Tú, al fin, que me entrenas
hacia la meta que busco
marcando marchas serenas
evitando cambios bruscos.
Eres parte del sistema
y me evitas un disgusto
manteniéndome serena
cuando yo misma me asusto.