El perro de Pavlov

En este enlace pueden leer como la hija de Pavlov expía los pecados de su padre, conocido torturador de perros, y se dedica a salvar animalitos. Y yo inmediatamente me acordé del caso de Alberto, que era un simpático bebé al que un profesor de psicología de Harvard llamado Watson utilizó para sus experimentos. Al bueno de Albertito, que no temía a las ratas ni a los conejos ni a las máscaras de peluche ni mucho menos a un abrigo de piel blanco, le asustaban con un fuerte ruído cada vez que le mostraban la rata. Al cabo de un tiempo no sólo le apavoraban las ratas, sino también los conejos, las máscaras y los abrigos. El desgraciado del profesor, que por encima se llenó de gloria, no descondicionó al niño, que me imagino de mayor vagó por el mundo huyendo de todo lo que tuviera una pelusa blanca. O, me temo, se hizo psicokiller y se dedicó a matar animales peluditos, mujeres con abrigos y alegres disfrazados carnavaleros.